martes, 28 de septiembre de 2010

Cultura empresarial

Por José Palomares Santos

Hace poco tiempo, me enteré en una comida que los hidrocálidos se consideran muy competentes para hacer negocios desde un puesto semifijo hasta una industria moderna. En esa reunión también se especuló que el ex gobernador de Zacatecas, Ricardo Monreal, pretendió quemar etapas en su estado, nombrando a un oriundo de Aguascalientes  como su Secretario de Desarrollo Económico.
Según los comensales, aunque dicho funcionario llevó a esa entidad importantes inversiones de empresas tales como Wal Mart, Sams Club y una cadena de cines, no pudo ir más allá con los empresarios locales porque en Zacatecas hace falta cultura empresarial.
Con mi experticia en mano, me permití comentar que ese no es un problema de Zacatecas sino de toda la geografía nacional, puesto que la cultura empresarial es obra de las sociedades, forjada mediante el cultivo de valores inculcados desde la niñez y el pilar de ese proceso está en la educación a todos los niveles.
Como es sabido, además de las escuelas especializadas, en México no existes espacios ni foros suficientes donde (a pesar de las crisis económicas, los pocos apoyos financieros, la competencia desleal, las devaluaciones, los malos gobiernos y un sinnúmero de otros obstáculos) se fomente y motive a las nuevas generaciones para ser emprendedoras, líderes e innovadoras.
En ese marco, instituciones como la familia, la iglesia y la escuela, apoyan un sistema educativo que principalmente prepara para ser buenos empleados y empresarios dependientes de un sistema político proteccionista. Bajo esa filosofía los grandes  investigadores del país prefieren dedicarse al tráfico de artículos en revistas especializadas, en vez de registrar patentes y hacer innovaciones tecnológicas, de procesos o a productos. De manera similar los empresarios, desde los más encumbrados hasta el más modesto, viven aprovechándose del tráfico de influencias en los aparatos del Estado mexicano.
Bajo estas circunstancias, mantener la iniciativa, buscar oportunidades de negocios, desarrollar la creatividad y correr riesgos al invertir, se convierten en valores ajenos a las grandes mayorías nacionales que pierden su potencial para crecer mediante la competencia.
En el mundo actual donde la empresa está afectada tanto por decisiones en los mercados nacionales como de la economía mundial, la cultura empresarial precisa de hombres de negocios, industriales y emprendedores, éticos, profesionalmente formados y con suficiente información para tomar decisiones apropiadas y oportunas basadas en la inteligencia comercial, financiera y tecnológica, de cara a la rentabilidad de la empresa, la preservación del medio ambiente y al desarrollo de sus empleados y de su comunidad.
Por consiguiente, hay que saludar a las iniciativas de educadoras mexicanas que imparten cultura financiera a niños de kínder, a las organizaciones de indígenas que impulsan la producción artesanal desde dulces regionales hasta objetos decorativos y de ornato para souveniers, a las organizaciones vecinales que impulsan programas de consumo inteligente, a las instituciones de crédito que apoyan a emprendedores de costa a costa y de frontera a frontera y a las instituciones académicas que patrocinan certámenes y concursos de investigaciones orientadas a resolver algunos de los graves problemas socioeconómicos del país.

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